¿Qué es esto frente a la eternidad? Esta frase clásica la tengo en mi WhatsApp y en mi cabeza. Es mi filosofía de vida.
La gran pregunta que nos hacemos quienes caminamos por la vida es: ¿cuál es el sentido de la vida, de mi vida?
El psiquiatra Víctor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido” cuenta su historia en un campo de concentración. Él se dio cuenta de que las personas que tenían un motivo para vivir, resisten torturas, castigos, penalidades y en cambio aquellas que no le ven sentido terminan enfermos y muriendo. Y es que: “al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino-para decidir su propio camino”.
Al pensar en la respuesta al sentido de la vida, buscamos algo grande, un motivo portentoso para vivir, pero quizá todo sea mucho más sencillo y al alcance de la mano; puede ser un motivo altruista, cuidar de nuestra familia, desarrollar una profesión, contribuir al bien de la sociedad etc. Todos serían válidos si sentimos que nos llenan la existencia. Básicamente en el amor, en la donación del amor se encuentra la felicidad. La felicidad es proporcional a la capacidad de donación y esta es potencialmente infinita.
Ciertamente el camino al encuentro de este sentido, no es fácil, ni eso ni el mismo camino, y aparecen el dolor, y el sentimiento amargo por la dureza de las pruebas que, a menudo experimentamos, nos abruma.
A mí, especialmente me resultan duras las batallas entre lo que a veces deseo y lo que debo hacer. Y como una mortal cualquiera, caigo. Y me pego unos coscorrones de cuidado, y me hago chichones, y cardenales. Aquí, acudo al humor, maravillosa herramienta en mi vida, si Platón las utilizaba como eficaz transmisión de contenidos filosóficos, yo lo hago para sacar la lengua a los malestares y reírme (lo que pueda) de los pedruscos que me encuentro.
También hay que ser objetivos, sin leones nuestro mundo sería un lugar mucho más oscuro. Su rol es importante y el encuentro con ellos puede a la postre darnos mucho de positivo.
Debemos ser capaces de actuar coherentemente, alinearnos con nuestra misión, sobreponernos al dolor y dar a esto una luz y un significado superior. Nos dará paz y para eso, ante las dificultades “everésticas” de esta vida de Himalayas, miro mi potente chuleta: “Quid hoc ad aeternitatem”.
Eso sí, en mi eternidad espero acabar recostada en verdes praderas.
“Caminando, buscando”
Me encanta y no lo había visto. Eres una cracka!!!!